jueves, 30 de octubre de 2014
miércoles, 15 de octubre de 2014
Patronos Secundarios: SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
Santa Margarita María
nació el 25 de julio de 1647, en Janots, Borgoña. Fue la quinta de 7 hijos de
un notario acomodado.
A los cuatro años
Margarita hizo una promesa al Señor. Sintiéndose inspirada rezó: "O Dios
Mío, os consagro mi pureza y hago voto de perpetua castidad."
Aunque ella misma confesó más tarde que no entendía lo que significaba las
palabras "voto" o "castidad."
Cuando tenía 8 años,
murió su padre. Ingresaron a la niña en la escuela de las Clarisas Pobres de
Charolles. Desde el primer momento, se sintió atraída por la vida de las
religiosas en quienes la piedad de Margarita produjo tan buena impresión, que
le permitieron hacer la Primera Comunión a los 9 años, lo cual no se
acostumbraba en aquella época. Dos años después, Margarita contrajo una
dolorosa enfermedad reumática que la obligó a guardar cama hasta los 15 años.
Por este motivo tuvo que regresar a su casa.
Hija de la Virgen
María
Ya de regreso,
Margarita, que estaba muy enferma, y sin tener un remedio seguro, buscó alivio
en la Virgen Santísima. Le hizo una promesa de que si Ella le
devolvía la salud se haría una de sus hijas. Apenas hizo la promesa, recobró la
salud. Dice Sta. Margarita: "Recibí la salud, y una nueva protección de
esta Señora la cual se declaró dueña de mi Corazón, que mirándome como suya, me
gobernaba como consagrada a Ella, me reprendía mis faltas y me enseñaba a hacer
la voluntad de Dios."
Además de la salud,
esta promesa logró en Margarita un profundo sentido de unión con la Virgen,
quién, desde ese momento, empezó a dirigir toda su vida. Pero no sin
dificultades. "Apenas comencé a gozar de plena salud", recordará más
tarde Margarita, " me fui tras la vanidad y afecto de las criaturas,
halagándome que la condescendiente ternura que por mi sentían mi madre y mis
hermanos me dejara en libertad para algunas ligeras diversiones y para
consagrar a ellas todo el tiempo que deseara..."
La Virgen la reprende
severamente cuando la veía dispuesta a sucumbir en la terrible lucha que
sostenía en su interior. Estando en una ocasión rezando el rosario sentada, se
le presentó la Virgen ante ella y le dijo "Hija mía, me admiro de que me
sirvas con tanta negligencia." Y causaron tal impresión estas palabras en
la vida de Margarita, que le sirvieron de aviso para toda su vida.
Pero la Virgen es
también ternura y consuelo. Un día le dijo a Margarita: "Nada temas; tú
serás mi verdadera hija, y yo seré siempre tu buena Madre.
Santa Margarita María
hizo voto a la Virgen de ayunar todos los sábados y de rezar el oficio de su
Inmaculada Concepción. Viendo su deseo de radical entrega, La Stma. Virgen le
ayuda a alcanzar su meta.
El Santísimo
Sacramento
Las cosas en la casa
de Margarita no iban muy bien. Desde la muerte de su padre, se había instalado
en su casa dos parientes y una de las hermanas de su papá, quienes habían
relegado a segundo término a la mamá de Margarita y habían tomado en sus manos
el gobierno de la casa. Y así no tenían autoridad alguna, ni Margarita ni su
mamá en la casa. Era una guerra continua ya que todo estaba bajo llave, de tal
modo, que ellas no podían hacer nada sin el permiso de sus parientes.
Margarita entonces
empezó a dirigir todos sus afectos, su dicha y su consolación en el Santísimo
Sacramento del altar. Pero ni siquiera esto le fue posible libremente, ya que
la Iglesia de su pueblo quedaba a gran distancia y Margarita no podía salir de
la casa sin el permiso de sus familiares. En repetidas ocasiones un
familiar le daba permiso y otro se lo negaba.
Pero si Margarita
sufría por su situación, era más todavía el sufrimiento que le causaba al ver
la condición de su madre. Ella, enferma con una erisipela en su cabeza que le
producía una hinchazón e inflamación muy peligrosas, se veía continuamente cerca
de la muerte. Y por cuanto más rogaba Margarita a sus parientes para que
ayudasen a su mamá, ellos, sin mucho interés, buscaron tan solo un cirujano que
la vio una sola vez. Este después de hacerla sangrar por un rato, les dijo a
todos que solo un milagro podría salvar a la mamá de Margarita. Viendo el
descuido hacia su madre en medio de su estado crítico, Margarita, en su
angustia, acudió al mismo Señor. Y en oración le pidió que El mismo fuese el
remedio para su pobre madre y que le enseñase a ella, qué tenía que hacer.
Pronto se haría
imperiosa la necesidad de esa fortaleza especial que pedía. En cuanto regresó a
la casa, encontró que estaba reventada la mejilla de su mamá con una llaga casi
tan ancha como la palma de una mano, y de ella salía un hedor insoportable.
Venciendo su natural repugnancia a las heridas, Margarita curaba todos los días
la llaga de su mamá, teniendo varias veces que cortar mucha de su carne
podrida. Durante todo el tiempo de la enfermedad, Margarita apenas dormía y
comía muy escasamente. Pero no dejaba de dirigirse al Señor y le decía con
frecuencia, "Mi Soberano Maestro, si Vos no lo quisieras, no sucedería
esto, pero os doy gracias de haberlo permitido para hacerme semejante a
Vos."
Y así iba creciendo
en Margarita un gran amor a la oración y al Santísimo Sacramento. Ella se
lamentaba, pues sentía que no sabía cómo orar, y fue el mismo Señor quien le
enseñaba. El la movía a arrodillarse ante El y pedirle perdón por todas sus
ofensas y después de adorarlo, era el mismo Señor quien se le presentaba en El
misterio que Él quería que ella meditase. Y consumido en El, crecía en ella el
deseo de solo amarlo cada vez más.
Cuando su madre y sus
parientes empezaron a hablarle de matrimonio, la joven Margarita no podía sino
sentir temor, pues no quería en nada ir en contra de aquel voto de entrega
exclusiva a Dios que una vez había pronunciado. Pero era grande la presión ya
que no le faltaban pretendientes que querían empujarle a perder su castidad.
Por otro lado, su madre le insistía. Llorando ella le decía a Margarita que no
tenía más esperanzas para salir de la miseria en que se hallaban más que en el
matrimonio de Margarita, teniendo el consuelo de poder retirarse con ella tan
pronto como estuviera colocada en el mundo. Todo esto fue muy duro para
Margarita, quien sufría horriblemente. El demonio la tentaba continuamente,
diciéndole que si ella se hacía religiosa, esta pena mataría a su mamá. Mas por
otra parte la llamada de Margarita a ser religiosa y el horror a la impureza no
cesaban de influenciarle y tenía, por gracia de Dios, continuamente delante de
sus ojos, su voto, al que sentía que si llegase a faltar, sería castigada con
horribles tormentos.
Pero, la ternura
hacia su madre comenzó a sobreponerse con la idea de que, siendo aún niña
cuando hizo el voto, y no comprendiendo lo que era, bien podría obtener
dispensas. Comenzó pues Margarita a mirar al mundo y a arreglarse para ser del
agrado de los que la buscaban. Procuraba divertirse lo más que podía. Pero
durante todo el tiempo en que estaba en estos juegos y pasatiempos,
continuamente el Señor la llamaba a su Corazón. Cuando por fin ella se apartaba
un poco para recogerse, el Señor le hacía severas reprensiones ante las cuales
sufría horriblemente. Dice Sta. Margarita: "Me lanzaba Jesús flechas tan
ardientes, que traspasaban mi corazón y lo consumían dejándome como transida de
dolor. Pasando esto, volvía a mis resistencias y vanidades"
En una ocasión Jesús
le dijo: "Te he elegido por esposa y nos prometimos fidelidad cuando
hiciste el voto de castidad. Soy yo quien te motivo a hacerlo, antes de que el
mundo tuviera parte en tu corazón... Y después te confié al cuidado de mi Santa
Madre, para que te formase según mis designios.
Finalmente el Divino
Maestro se le aparece todo desfigurado, cual estaba en Su flagelación y le
dice: "¿Y bien querrás gozar de este placer?- Yo no gocé jamás de ninguno,
y me entregué a todo género de amarguras por tu amor y por ganar tu corazón-
Querrás ahora disputármelo?". Comprendió ella que era su vanidad la que
había reducido al Señor a tal estado. Que estaba ella perdiendo un tiempo
tan precioso, del cual se le perdería una cuenta rigurosa a la hora de su
muerte. Y con esta gracia extraordinaria, revivió en ella el deseo de la vida
religiosa con tal ardor, que resolvió abrazarla a costa de cualquier
sacrificio, aunque pasarían cinco años antes de poder realizarlo.
INGRESO EN EL
CONVENTO DE LA VISITACIÓN
Cuando sus parientes
por fin se dieron cuenta de la firmeza de Margarita, la enviaron a la casa de
unos de sus tíos que tenían una hija religiosa de la Orden de las Ursulinas.
Pero Margarita no sentía que era ahí donde el Señor la quería y además sentía
en su corazón una voz que le decía, "No es ahí donde te quiero, sino en
Santa María." Una vez, viendo ella un cuadro de San Francisco
de Sales, le pareció que le dirigía una mirada tan paternalmente amorosa,
llamándola a ser su hija. Sintió que debía ella ser de la orden que este santo
había fundado junto con Santa Juana de
Chantal: las Visitantinas. Además, sentía mucha atracción hacia esta orden
porque llevaba el nombre de María Santísima: Las Visitantinas, en honor al
misterio de la Visitación.
Después de mucha dificultades
en convencer a sus parientes de que ella quería entrar en el convento de la
Visitación, por fin logró Margarita lo que tanto deseaba, y eligió a Paray. En
cuanto entró al locutorio del convento de Paray, oyó en su corazón un voz:,
"Aquí es donde te quiero." Su hermano le regaló la dote y Margarita
ingresó en el Convento de la Visitación de Paray-le-Monial el 20 de junio de
1671.
Transcurridos dos
meses de postulantado, tomó el santo hábito el 25 de agosto de 1671. Dijo
entonces: "Mi divino Maestro me dio a entender que estábamos en días de
nuestros desposorios, los cuales le daban un nuevo imperio sobre mí; en seguida
me dio a conocer que, a imitación de los amantes apasionados, no me daría a
gustar, durante este tiempo, sino lo que había de más dulce en la suavidad de
las caricias de su amor".
La joven novicia se mostró humilde, obediente, sencilla y franca en el noviciado. Según el testimonio de una de sus con-novicias, edificó a toda la comunidad "por su caridad para con sus hermanas, a las que jamás dijo una sola palabra que pudiese molestarles, y por la paciencia con que soportó las duras reprimendas y humillaciones a las que fue sometida con frecuencia". En efecto, el noviciado de la santa no fue fácil. Por ejemplo, por más que le pidiese su superiora, le era imposible a Margarita practicar la meditación discursiva. Ella cuenta, "Por más esfuerzos que hacía yo por practicar el método que me enseñaban, acababa siempre por volver al método de mi Divino Maestro, aunque no quisiese." Este le causaba mucho dolor ya que su mayor deseo era de obedecer a su Superiora.
También hubo otra
situación que fue causa de gran abnegación para Margarita. Se trata de una
natural repugnancia que tenía toda la familia de Margarita hacia el queso. Era
tanta la aversión que tenían al queso, que el hermano de Margarita le pidió
expresamente a las hermanas que no le obligasen a Margarita jamás el tener que
comerlo. Pero ya en el convento, se dio todo lo opuesto. Margarita, por
obediencia tenía que comer queso. Al principio no podía por las nauseas que le
daban y salía corriendo. Pero le suplicaba a su Señor que le ayudase ya que
ella no quería ser diferente de las demás en nada. Con gran esfuerzo de su
parte, Margarita logró comer queso. Cosa que ofreció como sacrificio por más de
diez años.
Otra dificultad para
Margarita fue el hecho de su propia vida tan sobrenatural. Pues sus superiores
le indicaban que esas formas de espiritualidad no iban con el espíritu de la
Visitación. Miraban con recelo sus experiencias como sujetas a la ilusión y al
engaño. Y así dudaban sus superioras el permitir que Margarita hiciese sus
votos de profesión y le mandaron que le pidiese al Señor que la hiciese útil a
la santa religión por la práctica exacta de todas las observancias. Esto
Margarita lo llevó al Señor y Él le respondió:
"Di a tu
Superiora que te haré más útil a la religión de lo que ella piensa; pero de una
manera que aún no es conocida sino por Mi. Y en adelante adaptaré mis gracias
al espíritu de la regla, a la voluntad de tus superioras y a tu debilidad, de
suerte que has de tener por sospechoso cuanto te separe de la práctica exacta
de la regla, la cual quiero que prefieras a todo. Además, me contento de que
antepongas a la mía, la voluntad de tus superiores, cuando te prohíben ejecutar
lo que te hubiere mandado. Déjales hacer cuanto quisieren de ti: Yo sabré
hallar el medio de cumplir mis designios, aun por vías que parezcan opuestas y
contrarias. No me reservo sino el dirigir tu interior y especialmente tu
corazón, pues habiendo establecido en él, el imperio de mi puro amor, jamás le
cederé a ningún otro."
El Señor no enseñó
que la voluntad divina se pueda relegar a favor de la autoridad humana. Más
bien el Señor enseñó a Margarita que la obediencia a sus superioras es, en
efecto, el medio más seguro para acatar Su divina voluntad. Ya que aun siendo
sus superioras limitadas, la obediencia lograría que la voluntad divina
triunfe a pesar de todo. El Señor promete que si ella obedece a sus
superioras... "yo sabré hallar el medio de cumplir mis designios"
La Madre Superiora
quedó contenta con la respuesta del Señor recibida por Margarita y a esta se le
abren las puertas para hacer su voto de profesión el 6 de noviembre, de
1672. El Señor por su parte cumplió plenamente su promesa, pues Él se
encargó de trabajar fuertemente en purificar y transformar su corazón en un
corazón semejante al suyo.
El sacerdote al
celebrar su profesión dijo: "Jesucristo te iluminará. Ve delante por las
sendas del justo, como la aurora resplandeciente...!"
Escribió Santa
Margarita ese día por la tarde: "Yo vil y miserable criatura,
prometo a mi Dios someterme y sacrificarme a todo lo que pida de mí; inmolando
mi corazón al cumplimiento de todo lo que sea de su agrado, sin reserva de otro
interés más que de su mayor Gloria y puro amor, al cual consagro y entrego todo
mi ser y todos mis momentos.
TRES ARMAS PARA LA
LUCHA
Margarita recibió del
Señor tres armas necesarias en la lucha que debía emprender para lograr la
purificación y transformación.
La primera arma:
Una conciencia delicada y un profundo odio y dolor ante la más pequeña falta.
Una conciencia delicada y un profundo odio y dolor ante la más pequeña falta.
Una vez le dijo el
Señor cuando había Margarita cometido una falta:
"Sabed que soy
un Maestro santo, y enseño la santidad. Soy puro, y no puedo sufrir la más
pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con
simplicidad de corazón en intención recta y pura. Pues no puedo sufrir el menor
desvío, y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu
Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo
soportar las almas tibias y cobardes, y que si soy manso para sufrir tus
flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades."
Y así confiesa
Margarita que nada era más doloroso para ella que ver a Jesús incomodado contra
ella, aunque fuese de forma muy poca. Y en comparación a este dolor, nada le
parecía los demás dolores, correcciones y mortificaciones y por tanto, acudía
inmediatamente a pedir penitencia a su superiora cuando cometía una falta, pues
sabía que Jesús solo se contentaba con las penitencias impuestas por la
obediencia.
Esta arma se
fundamenta en su gran deseo de amar.
La segunda arma: La
santa obediencia.
Lo que más
severamente le reprendía Jesús a Margarita eran sus faltas en la obediencia, ya
sea a sus superiores o a su regla. La menor réplica a los superiores con
señales de incomodidad o repugnancia le es insoportable al Señor en un alma
religiosa. Una vez corrigiéndola le decía:
"Te engañas
creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en
las cuales la voluntad propia, hecha ya su elección, más bien que someterse,
consigue doblegar la voluntad de las superioras. ¡Oh! yo rechazo todo eso como
fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa
horror, y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por
obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad
propia."
La tercera arma: Su Santa Cruz.
La Cruz es el más precioso de todos sus regalos. Un día después que ella recibió la comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía ver; estaba la cruz toda cubierta de flores. Y el Señor le dijo:
La Cruz es el más precioso de todos sus regalos. Un día después que ella recibió la comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía ver; estaba la cruz toda cubierta de flores. Y el Señor le dijo:
"He ahí el lecho
de mis castas esposas, donde te haré gustar las delicias de mi amor; poco a
poco irán cayendo esas flores, y solo te quedarán las espinas, ocultas ahora a
causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas,
que tendrás necesidad de toda la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento."
Era de esta forma
intensa y purificadora que el Señor obraba sus designios en el corazón de
Margarita. El, para desatar cada vez mas de su alma el afecto a las cosas de
esta tierra y sobre todo a sí misma, quiso permitir que viniesen sobre ella
continuas humillaciones y desprecios. Pero no dejaba por ello el Señor de
suplirle todas la gracias necesarias.
En otra ocasión le
dijo el Señor: "Has de querer como si no quisieras, debiendo ser
tus delicias agradarme a mí. No debes buscar nada fuera de mí pues de lo
contrario injuriarías a mi poder y me ofenderías gravemente, ya que yo quiero
ser solo todo para ti."
Al día siguiente de
su profesión destinaron a Margarita a la enfermería, como auxiliar de la
enfermera, Sor Catalina Marest, excelente religiosa, aunque de temperamento
activo, diligente y eficiente. Margarita en cambio era callada, lenta y
juiciosa. Recordándose ella después de su paso por la enfermería, escribía:
"Solo Dios sabe lo que tuve que sufrir allí." Y no eran exageradas
sus palabras pues había recibido un sin número de insultos y desengaños durante
ese tiempo.
Jesús le comunicó una
parte de sus terribles angustias en Getsemaní y la quiere víctima inmolada.
Ella le dice a Jesús: "Nada quiero sino tu Amor y tu Cruz, y esto me basta
para ser Buena Religiosa, que es lo que deseo."
REVELACIONES DEL CORAZÓN DE JESÚS
El profundo
significado del corazón está revelado
en la Biblia extensivamente.
Ver también: "corazones" en el Catecismo.
Ver también: "corazones" en el Catecismo.
Primera revelación
El 27 de diciembre de
1673, día de San Juan el Apóstol, Margarita María, que tenía solo 14 meses de
profesa y 26 años de edad, estaba como de costumbre arrodillada ante el Señor
en el Santísimo Sacramento expuesto en la capilla. Era el momento de la primera
gran revelación del Señor. Ella lo cuenta así:
"Estando yo
delante del Santísimo Sacramento me encontré toda penetrada por Su divina
presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino,
en el cual me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos
inexplicables de su Corazón Sagrado.
Él me dijo:
"Mi Divino
Corazón, está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti,
que, no pudiendo contener en el las llamas de su ardiente caridad, es menester
que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos para enriquecerlos con
los preciosos dones que te estoy descubriendo los cuales contienen las
gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de
perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia, a fin de
que sea todo obra mía."
"Luego," continúa
Margarita, "me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba tomara y
lo cual hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo
ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de
donde lo sacó como llama encendida en forma de corazón, poniéndolo a
continuación en el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al propio tiempo:
"He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor, que encierra en tu
costado una chispa de sus más vivas llamas, para que te sirva de corazón y te
consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De
tal forma te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más
humillaciones que consuelos. Y como prueba de que la gracia que te acabo de
conceder no es nada imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te
quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente solo has tomado el nombre
de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado
Corazón."
Después de este favor
tan grande, Margarita quedó por muchos días como abrasada toda y embriagada y
tan fuera de sí que podía hablar y comer solamente haciéndose una gran
violencia. Ni siquiera podía compartir lo sucedido con su superiora lo cual tenía
gran deseo de hacer. Tampoco podía dormir, pues la llaga, cuyo dolor le era tan
grato, engendraba en ella tan vivos ardores, que la consumía y la abrasaba
toda.
A partir de la
primera revelación, Margarita sufriría todos los primeros viernes de mes una
reproducción de la misteriosa llaga del costado, cosa que le sucedería hasta su
muerte. Estos eran los momentos particularmente elegidos por el Señor para
manifestarle lo que quería de ella y para descubrirle los secretos de su amable
Corazón.
Entre estas visitas
le decía el Señor, "Busco una víctima para mi Corazón, que quiera
sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de mis
designios." En su gran humildad, Margarita le presentó varias
almas que, según ella corresponderían más fielmente. Pero el Señor le respondió
que era ella a quien había escogido. Esto no era sino ocasión de confusión para
Margarita pues su temor era que llegasen a atribuir a ella las gracias que del
Señor recibía.
Segunda Revelación
Unos dos o tres meses
después de la primera aparición, se produjo la segunda gran revelación. Escribe
Margarita:
"El divino
Corazón se me presentó en un trono de llamas, más brillante que el sol, y
transparente como el cristal, con la llaga adorable, rodeado de una corona de
espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados, y una cruz
en la parte superior...
...la cual
significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir,
desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en el la cruz, quedando
lleno, desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle
las humillaciones, la pobreza, el dolor, y el menosprecio que su Sagrada
Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa
Pasión."
"Me hizo ver,
" continúa Margarita, "que el ardiente deseo que tenía de ser
amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los
precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de
manifestar su Corazón a los hombres, con todos los tesoros de amor, de
misericordia, de gracias, de santificación, y de salvación que contiene, a fin
de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria
que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos
tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la
figura de su Corazón de carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mi
sobre el corazón, para grabar en el, su amor y llenarlo de los dones de que
está repleto, y para destruir en él todos los movimientos desordenados. Que
esparciría sus gracias y bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su
santa imagen para tributarle honores, y que tal bendición sería como un último
esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos
de la Redención amorosa, a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que
pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de su amor, que
quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta
devoción."
En esta segunda gran
revelación, Nuestro Señor empezó a descubrir sus intenciones y formular sus
promesas. La imagen del Sagrado Corazón de Cristo es el símbolo de su ardiente
amor hacia nosotros, el cual había entregado sin condiciones,
y el Señor quería que esta imagen se expusiese en las casas o llevarse sobre el
pecho en forma de Medalla, ofreciendo así promesas de gracias y bendiciones a
quienes lo veneraban. Pero por el momento Margarita no podía decir nada de lo
que había visto pues no había llegado la hora. Estas revelaciones tendrían que
pasar primero por muchos exámenes y sufrir mucha oposición. Y aún había mucho
más que Jesús quiera revelar.
Tercera revelación
En lo que
probablemente era el primer viernes de junio de 1674, fiesta de Corpus Christi,
tuvo Margarita la tercera gran revelación.
Una vez entre otras,
escribe Sta. Margarita, "que se hallaba expuesto el Santísimo
Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento
extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se
presentó delante de mi todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas
brillantes, como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz
de todas partes pero sobre todo de su adorable pecho, que parecía un horno
encendido; y, habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón."
Entonces Jesús le
explicó las maravillas de su puro amor y hasta que exceso había llegado su amor
para con los hombres de quienes no recibía sino ingratitudes. Esta aparición es
más brillante que las demás. Amante apasionado, se queja del desamor de los
suyos y así divino mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar nuestro
amor.
Le dirige las
siguientes peticiones:
º Comulgarás tantas
veces cuanto la obediencia quiera permitírmelo
º Jueves a viernes
haré que participes de aquella mortal tristeza que Yo quise sentir en el huerto
de los olivos; tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de
sufrir que la muerte.
º Por acompañarme en
la humilde oración que hice entonces a mi Padre en medio de todas mis congojas,
te levantaré de once a doce de la noche para postrarte durante una hora
conmigo; el rostro en el suelo, tanto para calmar la cólera divina, pidiendo
misericordia para los pecadores, como para suavizar, en cierto modo, la
amargura que sentí al ser abandonado por mis apóstoles, obligándome a echarles
en cara el no haber podido velar una hora conmigo...
"Una vez,
estando expuesto el Santísimo Sacramento, se presentó Jesucristo
resplandeciente de gloria, con sus cinco llagas que se presentaban como otro
tanto soles, saliendo llamaradas de todas partes de Su Sagrada Humanidad, pero
sobre todo de su adorable pecho que, parecía un horno encendido. Habiéndose
abierto, me descubrió su amabilísimo y amante Corazón, que era el vivo
manantial de las llamas. Entonces fue cuando me descubrió las inexplicables
maravillas de su puro amor con que había amado hasta el exceso a los hombres,
recibiendo solamente de ellos ingratitudes y desconocimiento.
"Eso," le dice Jesús
a Margarita, "fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi
Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco
todo lo que hice por ellos y, de poder ser,
aún habría querido hacer más. Mas sólo frialdades y desaires tienen para todo
mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su
ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades."
Ante estas palabras, Margarita
solo podía expresarle al Señor su impotencia, Él le replicó: "Toma,
ahí tienes con qué suplir cuanto te falte." Y del Corazón abierto
de Jesús, salió una llamarada tan ardiente que pensó que la iba a consumir,
pues quedó muy penetrada y no podía ella aguantarlo, por lo que le pidió que
tuviese compasión de su debilidad. Él le respondió:
"Yo seré tu
fortaleza, nada temas, solo has de estar atenta a mi voz y a lo que exija de ti
con el fin de prepararte para la realización de mis designios."
Entonces el Señor le
describió a Margarita exactamente de qué forma se iba a
realizar la práctica de la devoción a Su Corazón, junto con su propósito, que
era la reparación. Finalmente, Jesús mismo le avisa sobre las tentaciones que
el demonio levantará para hacerla caer.
"Primeramente me
recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien
permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de
producirse y que recibirás como-gajes de mi amor.
Comulgarás, además, todos los primeros viernes de mes, y en la noche del jueves
al viernes, te haré participe de la mortal tristeza que quise sentir en el
huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a
una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte. Para acompañarme
en la humilde plegaria que elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus
angustias, te levantarás entre las once y las doce de la noche para postrarte conmigo durante una hora, con la cara en
el suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores,
como para endulzar de algún modo la amargura que sentía por el abandono de mis
apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora
conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero, oye hija mía, no creas a
la ligera todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás está rabiando por
engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de
que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que
no tiene poder alguno sobre los obedientes."
Suscribirse a:
Entradas (Atom)