Publicado en 31 de mayo de 2012
Ni supermanes, ni batmans, ni capitanes américa. Malfada está en el
horizonte de lo posible, por el ingenio natural y los comentarios alegres de
algunos. Los que yo conozco tienen su propia humanidad y particularidades.
Están tocados por una chispa especial, han sido llamados a una vocación muy
grande. ¡Eso también! Por tanto, los hay de todo tipo de fragilidad, vulnerabilidad,
corazón e inteligencia. Conozco sacerdotes que son inmensamente divertidos y
vivos, que se manejan en diversidad de situaciones. Y otros, más tímidos,
retraídos y custodios de sus cosas con mucho pudor. Ninguno sobra. De hecho, suelen ser amigos o hermanos entre sí. Algunos de mis
compañeros tienen más preocupaciones sociales que otros, la verdad, aunque no
sé de ninguno que no quiera amar sin medida. También en la oración encontramos
diferencias, tanto en el tiempo, como en la capacidad para estar quietos, como
en la calidad de sus palabras, y en la presteza para dar su sí al Señor. La
vida espiritual constituye el núcleo de su identidad, personalidad. Incluso
cuando hacen oficios de cualquier tipo. He tratado con algún cura taxista,
obrero de los de fábrica, y cientos de profesores, educadores sociales,
catequistas, acompañantes.
No conozco, insisto, a ningún sacerdote con superpoderes, que destaque
por sus cualidades sobrenaturales sobre el resto. Lo siento, pero no levitan en la oración, y se cansan habitualmente en la acción,
les hacen daño las palabras ofensivas y las mentiras, y comúnmente se preocupan
en exceso por lo que para otros se puede solventar con una visita. Conoces bien
la frustración, el sufrimiento, la cruz. Locamente, y sin pensar
demasiado pasan por ella. Andan, sin don de bilocación, ocupados en multitud de frentes que atienden
prodigiosamente, aunque si les preguntas con franqueza te dirán que viven con
tranquilidad y no sabrán bien cómo es posible alcancen a tanto. Sus vidas
tienen huecos. Los curas que yo conozco no se mantienen a tres metros sobre el
cielo, habitualmente; si bien andan un poco despegados de las cosas de aquí
abajo. Pero darían mucho por poder tomar un café, compartir un rato de fiesta, sentirse hermanos entre los suyos. Por lo general sus
días de descanso son escasos, y cuando les llamas procuran atenderte si pueden.
Pero ya digo que no son superhéroes.
Humanos, como tantos, tocados en el interior, transformados en lo
externo, con una vida que les facilita mucho el servicio a los demás, la
atención pausada, la posibilidad de hablar después de la oración. Si te acercas
a ellos con confianza, te darás cuenta. Pasan sus crisis y dudas, abrazan con
confianza la vida, agradecen y piden mucho diariamente. Por lo tanto, sabrán de
qué les hablas. No se escandalizarán de tus miserias.Ellos,
nosotros, también estamos en camino como uno más entre el resto. Con
faciliades, por la opción de vida y estilo de vida que llevamos, para
dedicarnos a una vida un tanto alocada. Puede parecer solitaria, desde fuera,
pero no lo es. Puede parecer estéril, y sin embargo se nos permite, en
determinados momentos, ver mucho fruto. Puede parecer mil cosas, si se escucha
la prensa, y cuando te acercas descubres gran sencillez, cordialidad y
profundidad.
Para
conocer bien a un cura, te proponto tres cosas sencillas:
1.
Cuando tengas oportunidad, acércate a él con buena disposición. No los uses para
tus “momentos importantes”, e intenta compartilos con ellos. Trata de amistad
con ellos, y verás cómo viven. Sea tu boda, sea la búsqueda de perdón, sea la
escucha de la Palabra, sea en la celebración de un hijo o un familiar, o en la
muerte de un ser querido. Ya que están, ¡no te cortes! ¡A lo mejor te llevas
una sorpresa! Si tienes ocasión, sal a pasear con él, aléjate de los muros
entre los que habitualmente lo encuentras. Allí, como Nicodemo y Jesús, y
aunque sea en la noche, aparecerán palabras nuevas. Nacerás de nuevo. Así, la
esperanza de ambos será más plena. Del cura como cura, de la otra persona
también.
2.
Cuida tu conversación con
ellos. No conocerás bien a un sacerdote hablando del tiempo, ni del aire, ni de
las carreteras. ¡A nadie! Quizá si hablas de otros asuntos más importantes hoy,
a lo mejor se abre un poco más. Prueba a dialogar sobre la crisis, sobre la
injusticia del mundo, sobre lo que él puede “palpar” en su ministerio de la
sociedad en la que vives. Pero si de verdad quieres ahondar, no les preguntes
por la Iglesia de primeras, ni por dónde vienen los curas, ni la historia de la
vida religiosa. No les trates como consultores. Son administradores de una riqueza
que no es suya, uno más en una gran cadena. Lo mejor, mejor. El secreto que con
ellos funciona, es el mismo que vale para toda relación: sinceridad, confianza
y autenticidad. Es decir, habla de lo que lleves dentro de ti, de lo que
realmente te significa, de tus detalles. Entrará fácilmente al trapo, se irá
creando un lazo intenso. La oración está hecha de palabras y de presencias. Y
aquí tienes ambas unidas. así, la fe de ambos crecerá. Cada una a su manera.
3.
Después de todo lo que hacen, en
ocasiones suele bastar que te intereses por ellos y
también quieras cuidarlos. Un quétalestás, rápido, no lleva a nada a
nadie. Pero una pausa humilde en la que les preguntes cómo te va la vida, sin
mayor interés, llevará lejos la relación. Su ministerio agota a cualquiera, de
por sí. Están sostenidos, se encuentran fortalecidos por el Señor. Pero al
igual que no predican el amor a Dios en abstracto, sin prescindir del amor al
prójimo, tampoco el amor de Dios en general se separa en sus vidas de dejarse
amar por los que les tratan como hermanos, respetan o comprenden su vocación.
Curiosamente, algunas veces incluso los que se dicen ateos o separados de la
iglesia, con su vida cuidan de estos curas, tan humanos, que pasan por su vida.
¡Curioso! Aunque personalmente me siento especialmente cercano a quienes
también tienen el privilegio de compartir, comprender y amar mi vocación
escolapia en su conjunto. El amor de ambos se irá perfeccionando en el amor
entre ambos. ¡Créeme! ¡Lo he vivido!
Para aquellos que cumplen en mi vida las promesas que Dios hace, para
aquellos que animan sin descanso, acompañan incansablemente y se muestran
disponibles a colaborar en cualquier batalla, hoy, que celebramos Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, agradecerles de
todo corazón tanto esmero. Ojalá algún día pueda también yo hacer algo
importante por ellos. No por devolver lo que dieron gratis, sino por amor.
Tomado de : Antiguo Blog: Preguntarse y buscar. de José fernando Escolapio.