La Religión
Católica tiene por base de sus creencias el misterio adorable de la Redención.
Esta última es en sí misma, de infinito precio, mas, con frecuencia a los
hombres, varían las aplicaciones de
la redención, según las disposiciones de los sujetos. Lo que decimos de los
individuos podemos decir de la humanidad en
general.
Una
de las cosa que más se admira en el Catolicismo, es, en efecto, su capacidad
sorprendente para acomodarse a todos los tiempos y lugares, y procurar en todos
ellos la santificación de las almas[1].
Y bien, en la época actual ha caído en gran manera el espíritu de mortificación
y penitencia que distinguió los primeros siglos de la Iglesia. El ánimo
guerrero y sufridor de aquellas edades ha sido suplantado por el mercantilismo
y amor al lujo y los deleites; en una palabra, las costumbres se han
dulcificado maravillosamente, al influjo de la cruz. En estas circunstancias,
las almas tímidas desfallecen, pensando que es un imposible la resurrección del
espíritu cristiano en la corrompida Europa. Pues bien, el Catolicismo
pudiéramos decir que ha cambiado de táctica, y, en una nueva evolución, se
presenta a combatir al mundo incrédulo y muelle de nuestros días, no con las
armas de la penitencia que le aterrarían, sino con las del amor. Sí, repitámoslo, es el amor,
el amor, el arma con que la Iglesia va a combatir al mundo.
La
devoción al Sacratísimo Corazón de Jesús es la devoción eminentemente poética;
esta devoción de encendido y purísimo amor, es la última evolución del
Catolicismo en nuestros días, es la postrera aplicación de la Redención a los
hombres. El amor a Dios no ha sido nunca cosa desconocida a los Santos, pero si
al vulgo. Santa Teresa nos cuenta un hecho que comprueba admirablemente lo que
venimos diciendo: “por cierto, nos refiere, que me acuerdo oír a un religioso
un sermón harto admirable, y fue lo más de tratar de estos regalos que la
Esposa tiene con Dios, y hubo tanta risa en el auditorio, y fue tan mal tomado
lo que dijo (porque hablaba de amor, y fundó el sermón del mandato que
predicaba en unas palabras de los cantares) que yo estaba espantada”[2].
Mientras que ahora se han escrito un sinnúmero de obras sobre el asunto, y
todas son devoradas en el acto por la multitud devota. Uno de los que más
bellamente han escrito en la materia es el P. Faber, en su bellísima obra
titulada: Todo por Jesús; la devoción
para él se formula en esta palabra: Amor. “Todo por amor dice, y el amor todo por nosotros. Todo por Jesús, y Jesús por
todos; he aquí los dos lados de la Religión, todo va envuelto en esas dos
frases: la teología toda entera, “la tierra, el purgatorio, el cielo”[3].
Y en efecto,
N. S. Jesucristo, en las revelaciones hechas a la Beata Margarita Alacoque, y
aún mucho antes de esto, en las revelaciones hechas a Santa Gertrudis, ha
prometido repetidas veces que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, era un
regalo, y magnífico, sobremanera, que el cielo se proponía hacer al mundo en
los últimos tiempos, a fin de reanimar la caridad por entonces completamente
resfriada. Y cierto, en nuestros días, más que en otros, hemos visto dilatarse,
como la llama en un bosque marchito, esta férvida devoción al Sagrado Corazón,
este amor impetuoso a Dios que hace explosiones de volcán en cada una de esas
mil y mil obras de acendrada piedad que ora se llaman peregrinaciones, ora círculos
católicos, ora asociaciones de
caridad, etc., etc. Nunca el mundo católico se ha presentado más hermoso y
gallardo, ante los ojos atónitos del
orbe; nunca la Sede de Pedro se ha visto rodeada, asaltada, pudiéramos decir,
de tanto amor por parte de sus hijos; jamás se han admirado más numerosas, más
ilustres ni más espontaneas conversiones a la fe, como hoy. Estamos asistiendo a las más
esplendidas reuniones de la caridad en
el mundo. E Sagrado Corazón ha cumplido su palabra.
La devoción
que acabamos de mencionar, si bien se mira es la forma de est
Los santos de
estos últimos tiempos que Nuestro Señor ha presentado al mundo como modelos,
nos ofrecen también como virtud característica y definitiva suya la caridad.
Pero admira, sobre todo, ese finísimo tacto de la Santa Iglesia en haber
propuesto últimamente por doctores
suyos, a San Alfonso María de Ligorio y a San Francisco de Sales. El primero
hecho por tierra la moral satánica del Jansenismo, e hizo expedita la senda que
guía a los cielos; el segundo combatió en su obra al Calvinismo, progenitor de
los jansenistas, y según la expresión de un célebre crítico, hizo popular la
devoción en el mundo.
Ahora que el
vicio que domina a los hombres es el frío y calculado egoísmo; ahora se
presenta la Cruz a reconquistar al mundo por medio del amor. “Cuando más abundó
el pecado tanto más sobreabundo la gracia”[4],
dice San Pablo; Dios ha adecuado siempre el remedio a los males; y ved aquí
cuanto más prosaico está el mundo, la devoción se nos presenta más poética que
nunca; cuanto más incrédulos y egoístas se muestran los hombres, Dios nos abre los
arcanos de la fe, nos regala los más exquisitos
tesoros de su amor. ¡Oh Amor, Amor! ¡Tú vencerás y convertirás al siglo
XIX!
Cuenca
19 de Marzo de 1878.
Cualquier parecido con la realidad ... es pura coincidencia.. es falta de mirar el pasado y aprender de él.
[1] La
santificación es una operación divina, atribuida a la adorable persona del
Espíritu Santo, y consiste en la aplicación de la Redención a un sujeto
determinado.
[2]
“Conceptos del amor de Dios” C. I. Tomo I pág. 347.
[3]
“Todo por Jesús”: Tomo II pág. 153.
[4]
Rom: C. V. 20.