lunes, 15 de septiembre de 2014

La Benignidad Pastoral

LA BENIGNIDAD PASTORAL, HACIA LA PEDAGOGIA DE LA MISERICORDIA[1]
…Obedece a una necesidad pastoral  en el momento actual  por dos razones particulares: la primera,  porque La historia se está encaminando a un cambio significativo a diversos niveles: es el paso de la severidad a la benignidad. Este cambio lo observamos en la pedagogía familiar y escolar; en la aplicación de sanciones a nivel judicial-civil.
En segundo lugar, el aire de permisividad social y jurídica que corre, nos exige establecer una distinción entre lo que es la verdadera benignidad pastoral y lo que supone la permisividad de nuestro tiempo. En una época de rigor, no fue bien visto hablar de   ̀benignidad  ́ porque se la entendía como debilidad, como complicidad con el mal. La benignidad no tenía buena prensa.
Una cultura que nos educó para las formulaciones disyuntivas,  sinónimo de soluciones adialécticas, nos llevó a privilegiar la razón, el cerebro, la verdad y la doctrina,  dejando en la penumbra el sentimiento, el corazón, la vida, la experiencia…Hoy se siente la necesidad de buscar un equilibrio entre estas antinomias o aporías. El equilibrio se logrará mediante la justa comprensión de lo que es la   ̀benignidad pastoral  ́, una virtud evangélica que está urgida de su rehabilitación.
“La sola justicia, escribió Juan Pablo II, no basta…, si no se quiere repetir la experiencia del dicho latino `súmmum jus, summa injuria´ (el derecho llevado al extremo se convierte en la máxima ofensa). Es necesario, continua, que se le permita al amor plasmar la vida humana en sus diversas manifestaciones” (Dives in misericordia n. 12).
La pedagogía familiar y escolar de nuestro tiempo está urgentemente necesitada de esta conciliación. Se trata de pasar de la severidad a la benignidad, pero sin caer en la permisividad que caracteriza a la sociedad presente. N. Galli recogió el pensamiento de Lambruschini que había expresado la posibilidad de una coexistencia dinámica entre autoridad-ley y conciencia-libertad: “La libertad es la conciencia que respeta la ley, y la autoridad es la ley que respeta a la conciencia”[2]
No Hay motivo para esta oposición, pues la generación joven no es rebelde por principio, sino en atención al bloqueo que presenta la generación adulta. Mientras  ésta defiende a todo trance la ley, los jóvenes quieren proclamar en alta voz que la ley no es lo único, que existen también otros valores que merecen la atención, como el sentimiento, el placer, la espontaneidad, la creatividad…
La presencia del pluralismo genera, en primer lugar, la tolerancia social y, posteriormente, aparecerá la tolerancia jurídica que hoy está en boga. La tolerancia social es una actitud a-crítica  de la sociedad frente a la presencia del mal; la tolerancia jurídica es una aceptación oficial, legitimada por la autoridad del mal social. Se comprende que no todo lo ético debe ser impuesto en forma legal, pero si todo lo legal debe ser ético.
Junto con el espacio que se abre a la benignidad en sentido positivo se inicia también la acogida de un nuevo principio en el campo de la teología  moral: es el principio de la `gradualidad´[3]. La gradualidad puede entenderse como la tensión dinámica de quien no pudiendo hoy  cumplir todas las exigencias de la ley moral, se esfuerza gradualmente por capacitarse para cumplirla mañana de una forma más plena”[4].
Hay dos testimonios que interpelan al creyente: el primero está tomado del viejo código de Derecho Canónico (1917) que en el canon 2214 ¶2 exhortaba así a los pastores: “Acuérdense los obispos y demás ordinarios que son pastores y no verdugos y que conviene rijan a sus súbditos  de tal forma que no se enseñoreen de ellos, sino que los amen como a hijos y hermanos, y se esfuercen con exhortaciones y avisos en apartarlos del mal, para no verse en la precisión de castigarlos con penas justas si llegan a delinquir.
Y si ocurriere que por la fragilidad humana llegaren éstos a delinquir en algo, deben observar aquel precepto del Apóstol de razonar con ellos, de rogarles encarecidamente, de reprenderlos con toda bondad y paciencia, pues en muchas ocasiones puede más, para con los que hay que corregir, la benevolencia que la austeridad, la exhortación más que las amenazas y la caridad más que el poder, más si por la gravedad del delito es necesario el castigo, es entonces cuando deben hacer uso del rigor con mansedumbre, de la justicia con misericordia y de la severidad con blandura, para que sin asperezas se conserve la disciplina, saludable y necesaria a los pueblos…”
A este propósito, el Doctor de la benignidad –san Alfonso M. De Liguori-, comentaba que “no siempre lo más severo es lo que salva”.



[1] Botero G,  J Silvio P.J. La Benignidad Pastoral. Hacia una pedagogía de la misericordia. Paulinas, Bogotá 2005.
[2] Galli, Norberto. La pedagogía familiar hoy, Herder, Barcelona, 1976, p 40.
[3] Cfr. Botero G. J Silvio. De la norma a la vida. Evolución de los principios morales. P. S., Madrid, 2003, p 77-86; IDEM, “Nuevos principios  morales en la ética conyugal”, Studia Moralia 41 (2003), pp. 407-411
[4] Botero G, Silvio. De la norma a la vida…, p 79.

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