¿Quién soy Yo? ¿Qué hago en este mundo? ¿Para qué Existo? ¿Cuál es mi
destino?
Son preguntas que en
determinados momentos de mi vida y de mi historia, no parecen tener respuestas
o la tiene pero muy simples, muy remotas muy rebuscadas. Lo interesante es poder
dar respuestas coherentes, ciertas, aplicables y desde luego reales y
verificables.
Es cierto que en
muchos momentos, no todo es “color de rosa” y que el sufrimiento, la
desesperanza, la tristeza, dan lugar a situaciones complicadas en la vida y en
el actuar de la misma.
Si el sentido de la
vida, el comprender la realidad de las cosas en su propio contexto y bajo la
mira responsable del ser trascendente, no se adquieren, podremos vernos
abocados a situaciones difíciles de solucionar.
Es en este instante
preciso en el que la fe actúa, de manera inteligente y razonable, de acuerdo
con nuestra voluntad y con plena libertad para expresarla.
Reconocer que la vida
tiene sentido en la realidad que se expresa como ser hijos de Dios y conducidos
hacia Él, de manera consciente y deliberada, nos lleva a vivir una felicidad
plena, una certeza de encontrar un nuevo Reino, prometido por Dios en su Hijo
Jesucristo alcanzado en el obrar en un seguimiento concreto del ejemplo dado
por Jesús.
En efecto, soy único e
irrepetible, situado en un lugar, en un ambiente, en un entorno que me
condiciona como ser especial. Con un nombre particular me identifico y doy
razón de lo que experimento, de mi proceder como persona y con actos que se
evidencian en el diario vivir.
Al ser portador de la
fe cristiana, actúo de acuerdo con la misma, que me pide proceder
bondadosamente, amablemente, cariñosamente, dando gracias al creador por esas
posibilidades.
La maldad existe y
desde luego hace parte de lo que aparece en el entorno en que vivo. La
tentación, la envidia, la ira y toda clase de expresiones del maligno, se
esparcen por mi alrededor y camuflándose con apariencias atrayentes, buscan mi
caída y mi descontrol para dar lugar a la ruptura con Dios; así las cosas será
la fuerza que el Espíritu Santo me entregue, con la utilización de mi
inteligencia y mi propia voluntad, den libertad a mi deseo de seguir la senda,
el camino señalado por Jesús.
Es en libertad como actuamos y de hecho, esa forma libre de decidir hace posible que pueda ver muchos caminos y tomar uno de ellos para cumplir metas, proyectos, ser mejor, actuar en armonía, darme de sí para todos y todas en el buen sentido de palabra y hecho, en fin, ser capaz de encontrar la vía hacia la trascendencia.
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